Actividad
de Diagnostico: “El Beneficio de ser pobres”
Luego
de la lectura del texto responde:
1. ¿Cuál crees que hubiera sido la
diferencia en esta historia si la protagonista hubiese tenido educación sexual
en la escuela?
2. ¿Qué crees que puede aportar esta
materia en tu vida diaria?
Pautas de entrega:
Caratula con nombre, apellido y
escuela
Fecha de entrega 25/03/2020 hasta las
20 hs.
El beneficio de ser pobres.
Mi vieja es una mina marginal. Toda la
vida vivió fuera del sistema y ahí quedará. Por un problema que tuvo al nacer,
es muy pequeña: no llegó nunca al metro cincuenta, y por los muchos embarazos
que tuvo ya se le cayeron varios dientes. Tiene 41, pero la falta de dientes
sumada a su escasa estatura y marcada delgadez, hacen que aparente mil años
más.
Mi vieja dejó la escuela porque era al
pedo. Vos le explicás algo y no lo entiende. Incluso las cosas más simples, se
las tenés que explicar despacio, varias veces. Si querés enseñarle a ir al
chino de la vuelta lo mejor es acompañarla y que vaya, porque si le explicás el
camino, no entiende. Mi vieja nunca prendió una computadora, ni la va a
prender. Apenas sabe leer y escribir, y cuando digo “apenas” quiero decir,
escribe como el orto y cuando lee no le queda nada. Tiene que leer algo simple
varias veces para que le quede. A veces nos pide ayuda a las hijas grandes, y
hay que explicarle despacio y con palabras claras, sino no entiende.
Mi vieja no laburó nunca, no se
desenvuelve. Siempre que intentó tuvo laburos muy malos, porque a los buenos,
no pudo ni podrá acceder nunca. Siempre limpiando, cada vez que le conseguíamos
un trabajo la echaban al poco tiempo: la gente no le tiene paciencia porque vos
le explicás y no entiende. Mi vieja nunca aspiró a tener nada, siempre sintió que
hay cosas que simplemente no eran para ella. Siempre sintió que ciertas cosas
“son cosas de ricos” incluso cosas mucho más sencillas de las que piensan. Mi
vieja tuvo varios hijos, todos de distintos hombres. En el hospital le
explicaban que no tuviera más, que tenía que cuidarse, pero ella no entiende.
Nosotros llevamos el apellido de ella y salvo el más chico, ninguno conoció a
su respectivo padre.
Mi hermana Gisella Marisol y yo, tuvimos el
beneficio de ser pobres. De pibas, mi vieja marginal nos mandaba a pedir todos
los días. Íbamos a las panaderías porque son los que mejores cosas dan, y con
lo que volvíamos se cenaba. Mate cocido con lo que hubiera. Cuando no nos daban
las del barrio, nos íbamos abriendo cada vez más hasta llegar a las del centro.
Por eso nunca compartí la filosofía de no darle monedita al nene que pide: lo
único que lográs es que tenga que caminar más, porque ese pibe no va a volver a
la casa con las manos vacías. Teníamos hermanos más chicos, pero no quedaban en
casa, salíamos todos juntos porque a los más chicos siempre les dan más.
Entonces salía mi vieja con nosotros y mi vieja se quedaba afuera y nosotros
íbamos al negocio y pedíamos. Cuando íbamos con mi hermanito, la cosa era
bastante rápida porque era muy chiquito y la gente siempre te da lo que puede.
Mi vieja no entraba porque a los grandes no les dan casi nunca nada. Hay
lugares que igual nunca dan nada y lugares que siempre te dan aunque sea un
pancito. La cosa es que siempre volvíamos con algo para acompañar el mate
cocido.
Mi abuela estaba apenitas mejor que
nosotros porque laburaba limpiando. No teníamos a nadie que trabaje excepto
ella, entonces lo poco que sabíamos de trabajo era que era horrible: las
patronas eran malas y siempre le hacían cosas horribles, le pagaban menos de lo
que le prometían y se hacían las desentendidas. A veces se iban un mes a Europa
y ese mes la dejaban totalmente en banda. Cuando trabajaba, no le pagaban casi
nada, incluso nosotras pidiendo en la panadería, a veces conseguíamos cosas que
ella no podía comprar ni ahorrando.
Nuestra casa era un cuadrado con un baño
en la época que mi abuela podía pagar alquiler, pero cuando mi vieja se peleó
con mi ab uela nos mudamos a una piecita sin baño en Pampa Central. Las
necesidades se hacían en un balde y la comida del mediodía nos la daba un
comedor que daba comidas riquísimas, polenta, guiso, tallarines. A veces hasta
había postre, una naranja o un flancito. A la tarde tomábamos la leche en una
iglesia en frente de casa y en esa época mi vieja empezó a cobrar una cosa que
se llamaba jefes y jefas y eran 150 pesos por mes. Siempre que cobraba, los
veintipico de cada mes, comíamos un yogur cada uno y para nosotros era la
gloria.
De piba, cuando sos pobre, lo que te
salva de la marginalidad es creer. Creer que algún día vas a tener todo eso que
querés tener. Cuando conocés grandes que no son pobres y que te preguntan qué
vas a ser cuando seas grande, empezás a soñar un poco. Todos los grandes te
dicen todo el tiempo que no dejes la escuela, que estudies mucho. Nosotras, mi
hermana y yo, conocimos un grande en particular que fue significativamente
importante para nosotras: Marcelo General. Seguramente no lo conozcan, no era
más que un vecino nuestro. Él y su adorada esposa siempre nos invitaban a su
casa a jugar con su hijita, a pesar de que nosotras no teníamos juguetes ni
nada para llevar. Ellos tenían cosas que nosotras no habíamos tenido ni visto
jamás. La casa de ellos era una mansión, aunque ahora que lo pienso no era más
que una casa con comedor y un par de dormitorios. Pero nosotras ahí adentro
estábamos en nuestra salsa. Mi hermanita jugaba con todos los juguetes de la
nena, yo siempre pedía pasar al baño porque era espectacular: tenía un espejo
gigante y papel higiénico de esos con dibujitos y los puntitos para cortarlo
derechito. Cuando sos pobre, la riqueza se mide en esas cositas. Ellos eran
ricos. Todos los días la acompañábamos a la cooperativa y ella nos dejaba
elegir el yogur que quisiéramos. Todos los días le preguntábamos de hasta qué
precio podíamos agarrar, y ella nos decía que de cualquier precio, que
agarráramos el que más nos guste. Definitivamente eran ricos.
La mamá de la nena nos contaba que el
marido a veces se levantaba a las 4, o sea, trabajaba desde muy temprano. El
hombre era muy bueno, siempre hacía chistes y miraba la tele. A veces nos daban
hielo para tomar agua fresca en casa, porque nosotras no teníamos heladera,
pero solo a veces porque otra vecina de la esquina, Silvia, también nos daba
hielo siempre. Hay vecinos que te ayudan muchísimo.
Marcelo y Claudia, su esposa, siempre nos decían que fuéramos a la escuela. Una Navidad nos dijeron que había venido Papá Noel pero nosotras ya sabíamos que habían sido ellos. Los regalos, mi hermana todavía los tiene guardados. Así de valioso es todo cuando sos pobre.
Marcelo y Claudia, su esposa, siempre nos decían que fuéramos a la escuela. Una Navidad nos dijeron que había venido Papá Noel pero nosotras ya sabíamos que habían sido ellos. Los regalos, mi hermana todavía los tiene guardados. Así de valioso es todo cuando sos pobre.
En la escuela, también éramos pobres, no
marginales. No teníamos las cosas que tenían todos, a mi hermana incluso una
maestra no le corregía las tareas porque no llevaba cuaderno tapa dura. Siempre
la retaban por no llevar las cosas que pedían y ella siempre lloraba. Pero
éramos muy estudiosas, teníamos esa ventaja. Era una escuela pública, los
pobres éramos nosotros y los ricos eran los que se compraban alfajores en el
recreo, tenían mochila con carrito y cartucheras de dos pisos. Todos los
grandes que conocíamos nos decían que si estudiábamos nos iba a ir bien, y
nosotras lo creíamos de verdad. Mi hermana no tenía la cartulina que pedían,
pero jamás se olvidaba de hacer los deberes. Hubo una asistente social que nos
ayudó muchísimo y que siempre nos daba mercadería, lo hacía delante de todos y
eso nos daba vergüenza, por eso mi hermana era medio tímida. No lo hacía de
mala porque era buenísima, yo creo que no se daba cuenta que es feo que te den
mercadería cuando a nadie le dan, en el aula todos te quedan mirando además.
Hubo un invierno en que teníamos una sola campera buena, la violeta, asique iba
unos días mi hermana y unos días yo. Yo decía que nunca tenía frío e iba igual
pero después me recagaba enfermando entonces era mejor así. Mi hermana odiaba
faltar porque después no entendía las cosas. Asique yo faltaba mucho. Mucho.
Pero en casa había varios libros y los leía, una y otra vez. Yo sabía que
estudiando me iba a ir mejor, eso me decían todos.
Éramos pobres, no marginales. No
queríamos dejar la escuela. Conocíamos gente que no era pobre y era gente que
trabajaba y había estudiado, entonces por ahí venía la mano.
Pasaban los años, mi vieja seguía sin laburar. A veces se afanaba queso de un supermercado, lo sacaba entre la ropa o debajo de la axila. Una vez me afané un alfajor de un kiosko y me dijo que si lo volvía a hacer me iba a hacer pasar la vergüenza de mi vida: nunca más toqué nada. La vergüenza es a lo que más miedo le tenés cuando sos chico, ni que te caguen a palos es tan fulero. No sé cómo explicarles lo que deseás un alfajor o una milanesa. Los que pueden comerlo cuando quieren, para uno son ricos. Yo ya tenía como 12 años y no quería salir más a pedir: me daba vergüenza. Y ahí ocurrió algo que casi nos empuja a la marginalidad, pero con el tiempo zafamos.
Pasaban los años, mi vieja seguía sin laburar. A veces se afanaba queso de un supermercado, lo sacaba entre la ropa o debajo de la axila. Una vez me afané un alfajor de un kiosko y me dijo que si lo volvía a hacer me iba a hacer pasar la vergüenza de mi vida: nunca más toqué nada. La vergüenza es a lo que más miedo le tenés cuando sos chico, ni que te caguen a palos es tan fulero. No sé cómo explicarles lo que deseás un alfajor o una milanesa. Los que pueden comerlo cuando quieren, para uno son ricos. Yo ya tenía como 12 años y no quería salir más a pedir: me daba vergüenza. Y ahí ocurrió algo que casi nos empuja a la marginalidad, pero con el tiempo zafamos.
Mi vieja había tenido un marido golpeador,
un alcohólico hasta los huesos que había vivido con ella cuando éramos mocosas.
De nuestros padrastros y otros horrores, no voy a hablar. Este tipo estaba
preso hacía varios años, era el papá de mi hermanito, el único que tuvo padre.
Estaba por salir de la cárcel y nosotras sabíamos que mi vieja iba a volver con
él. Mi hermana, ante el terror de volver a sufrirlo, se fue a vivir con mi
abuela y no volvió. Ella tenía 9 años cuando lo decidió, todo para no volver a
ver a mi padrastro. Yo me quedé, porque quién iba a cuidar a mi vieja y a mi
hermanito, si no yo. Salió mi padrastro de la cárcel y me di cuenta de la
triste realidad: yo no podía contra él. Entonces me metí de novia con un tipo
30 años mayor que yo y me pasaba todo el día en la casa de él. Lo importante
era no volver a mi casa. Hasta que me tuve que ir definitivamente, a los 13.
Confié que a mi hermanito no le iba a pasar nada porque era hijo, no hijastro.
Dejé la escuela porque si se descubría
mi relación, mi pareja iba a terminar en la cárcel y yo iba a ir a un colegio o
con mi padrastro. No me hubiera arriesgado a eso por nada del mundo asique dejé
de estudiar y me alejé de todo el que me conociera. Por supuesto, quedé
embarazada. Y como nadie te da laburo siendo una cría de 14 años embarazada, yo
me volví, por un tiempo, marginal, no pobre. Ya no podía estudiar porque eso
era un peligro para el papá de mi hijo, y nadie me daba trabajo porque… era
menor y tenía un hijo. De nuevo y siempre, los vecinos me ayudaron mucho. Ya no
eran los mismos vecinos porque yo vivía más abajo, pero acá también me
ayudaron, y no saben cuánto. Mi hermana seguía siendo pobre, siempre
estudiando, siempre esperanzada de salir adelante.
Pasaba el tiempo, vivíamos como podíamos
y yo accedía a los laburos que te dan cuando sos menor. Vendía perfumes en la
calle, puerta a puerta o hacía campaña de socios para algún hogar, esos que te
pagan el 10 por ciento de lo que recaudás. No existía la asignación y para
todos los planes existentes, yo era menor. Todo me empujaba a ser marginal,
porque ni siquiera podía acceder a los laburos o planes de pobres. A los 15
hice un curso de peluquería, pero en esa época no existía internet y era muy
difícil ir haciéndote conocido en un oficio. Además yo tenía 15 y se me notaba
en la cara, nadie se iba a dejar cortar el pelo por mí. A los 16 mentí diciendo
que tenía 19 y accedí a mi primer laburo con sueldo mensual: tenía que cuidar a
un abuelo hemipléjico. ¡De nuevo pobre! Ya no marginal. Es abismal la
diferencia. Cobraba un sueldo por mes que no era más que un sueldito, pero
podía comprar comida y cositas para mi hijito. Mi abuela me había regalado un
lavarropas automático que le regaló una patrona, ese lavarropas lo vendimos y
lo cambiamos por unas garrafas, y esas garrafas las vendimos y juntamos dos mil
pesos. Con eso compramos el ranchito que se ve en la foto. Dos mil pesos nos
costó, un rancho de chapa con piso de tierra, y estábamos en la gloria. Tiempo
después las cosas no anduvieron con el papá de mi hijo, la verdad es que yo
hacía rato no lo quería más. Entonces me fui con mi nene y de ahí en más
cuidamos viejitos siendo cama adentro, o cuidábamos alguna abuela de noche y yo
de día trabajaba de otras cosas. Entonces teníamos casa, comida y un pequeño
sueldo. A los 21 años aprendí un oficio y gracias a internet y la facilidad de
promocionar tu laburo gratis, pude laburar menos horas durante el día y empezar
a estudiar. Pobres, no marginales.
Los años de laburo siendo joven,
estudiante y pobre, son durísimos. No es nada fácil este ambiente, se vive
siempre al día, y muchas veces te gastás los últimos veinte pesos que tenés en
fotocopias del currículum, vas al centro caminando para no gastar en boleto y
uno tras otro te dicen que lo dejés, que después te llaman. Los días se hacen
eternos cuando nadie llama. Pero la diferencia crucial entre nosotras y mi
vieja es que, nosotras teníamos la esperanza de que alguien iba a llamar. Todos
los días salís a patear esperanzada, deseando que alguien te diga “venite el
lunes a primera hora”. Y tarde o temprano ese día llega.
Mi hermana empezó laburando a los 16
para un tipo que le pagaba “según como trabajara ese día” o sea, le pagaba lo
que se le cantaban las pelotas. Como es mucho más desenvuelta que mi vieja no
sólo no pierde los laburos, sino que tiene cada vez más. Alquila un
departamentito y labura todo el día para poder pagar su alquiler y comer. Yo la
he visto llorar de cansancio y frustración, pero como todo pobre, al otro día
se levanta y sale a ganarse el mango igual. Además estudia, cuando sos pobre
siempre te dicen que estudiar es la salida y vos lo creés. Ya le falta poco
para ser maestra, cagate de risa. Capaz hasta se cruza con la que no le
corregía las cosas por llevar esos cuadernos que te daba el gobierno que si
borrabas dos veces se transparentaba la hoja. Andá a saber.
Mi vieja sigue siendo marginal. Tiene un
solo laburo de limpieza hace algo de un año y nunca sabemos cuánto le va a
durar. Ya pasó los 40 y es muy joven como para jubilarse, pero grande como para
encontrar un laburo fijo. Gracias a la asignación que cobra de los dos más
chicos, sumada al laburito, la miseria no es tan espantosa como la de mi
infancia en los 90. Las hermanas más grandes nos independizamos hace ya mucho,
entonces ayudamos a los más chicos. Ellos no tienen la vida que nosotros, no
salen a pedir y pueden ir al colegio con útiles comprados, no esos lápices de
porquería que a nosotros nos daba el gobierno y que los pasabas por la hoja y
no pintaban. Siempre hay que darle una mano a mi vieja con los trámites de la asignación,
porque a ella le explican, pero no entiende.
Cuando sos marginal, como mi vieja,
aceptás que tu único futuro es la pobreza. No te interesa tener nada porque
estás segurísimo de que nunca vas a poder tener nada. A los ricos los mirás con
bronca, son unos miserables que no te dan nada, ni trabajo. A mi vieja nunca le
dieron ni trabajo. En cambio, cuando sos pobre, lo que te salva de caer en la
marginalidad, es la esperanza de salir de esa pobreza. Es muy dificultoso,
porque labures de lo que labures, empezás ganando muy poco, y tenés muchas,
pero muchas necesidades para cubrir. Además, siempre tenés en la familia
alguien que está peor, y ayudás. En lo poco que podés ayudás. Entonces todo
crecimiento se hace más lento, porque le comprás zapatillas a tu nene, pero no
podés dejar de comprarle a tu hermanita. Y mi hermana vuelve a cenar el mate
cocido con un mignoncito, para comprarle una campera buena a la más chica.
Entonces sos sostén tuyo y de tu familia, porque sos pobre, pero tu vieja es
marginal y sabés que no va a conseguir laburo. Ni siquiera uno de limpieza como
el de mi hermana, o en geriatría, como yo.
No es lo mismo ser marginal que ser
pobre: el mundo es de un color distinto. Cuando sos pobre sentís, sabés, la
gente te dice constantemente que si te esforzás mucho vas a salir adelante. Mi
vieja es marginal, no espera nada del mundo. Sabe, siente, percibe que el mundo
es de los otros. Tiene una capacidad cognitiva bajísima y tiene mal aspecto: la
gente no le dice nada y si le dijeran, no entiende.
Cuando sos pobre y venís de familia
pobre, no marginal, aunque no lo creas ya tenés un montón de ventajas. Tenés
otra forma de ver la vida de entrada: son tus propios padres los que te dicen
que con esfuerzo vas a lograrlo. Y salís, por supuesto con muchísimo esfuerzo,
pero tarde o temprano salís adelante. Con ganar un buen sueldo ya vivís mejor,
cubrís tus necesidades y vas mejorando, poco a poco, tus posibilidades.
Una vez leí, en esta carrera que estudio
con la esperanza de descubrir cómo hacer que los marginales puedan llegar a ser
pobres y que los pobres dejen de serlo, una frase que me voló la cabeza. La
frase dice “la diferencia entre un marginal y un pobre es que el pobre tiene
claro su lugar en el mundo”. El que lo escribió lo hizo, claro, analizando
desde afuera. Pero no le erra. El beneficio de ser pobres es que entendés
rápido que tenés que adaptarte al medio para sobrevivir. A un marginal como mi
vieja, le expliques como le expliques, no lo entiende.
Cuando los leo odiando
a ciertos pibes porque sus padres o ustedes mismos fueron pobres y salieron
adelante, no puedo ponerme a explicarles esto de que ser pobre es infinitamente
menos malo que ser marginal. Es muy largo, es muy complejo, y además no sé si
me van a querer escuchar. Por eso estudio ciencia política y por eso estoy
segura de que mi hermana estudia para maestra. Para poder explicarles mejor a
los marginales, a los pobres y a los que no entienden por qué los pobres siguen
siendo pobres. Igual sabemos que estudiemos lo que estudiemos hay gente que no
nos va a querer escuchar. Hay gente que no es marginal, pero igual le explicás,
y no entiende.
hola profe, a qué lugar hay que mandar las respuestas?
ResponderBorrarHola profe, por favor podria poner un mail o algo para que podamos mandarle la tarea.
ResponderBorrarMuchas gracias.
Saludos
gracielacolli@hotmail.com
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